lunes, 1 de octubre de 2007

La felicidad aumenta los indicadores de salud.


Barcelona (España)
1 de Octubre de 2007


“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”, afirmó dos siglos atrás el político y científico estadounidense Benjamin Franklin. Hoy, con cientos de estudios publicados respecto a la felicidad, cabe asegurar que no sólo es la gran meta que persigue en su vida todo ser humano, sino un indicador inequívoco de la salud de un individuo.

La felicidad es un estado emocional en el que confluyen tanto factores voluntarios como involuntarios (no es una respuesta automática como el parpadeo o como una reacción de sobresalto). Sentirnos bien con nosotros mismos y el entorno que nos rodea, nos permite mantener o incluso obtener salud.

“Sabemos que las personas más felices y dichosas viven más años. Hay datos muy claros que empiezan a demostrar ya no sólo que la infelicidad o la depresión acortan los años y calidad de vida, sino que el optimismo y la alegría tienen el efecto contrario”, afirma Carmelo Vázquez, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid

Las nuevas corrientes de la psicología advierten que felicidad es salud. Así, recientes investigaciones apuntan a que las emociones positivas pueden ser potenciadas y ayudan a prevenir la aparición de determinadas enfermedades. No sólo el amor, el humor y la inspiración creativa producen bienestar, sino también el optimismo, la empatía, el altruismo, la ética en el trabajo y el esfuerzo de superación personal.

“Hay claves muy relevantes para aprender a ser feliz. Sabemos que nadie nace desdichado, como decía Bertrand Russell. De modo que si se aprende a ser infeliz, seguro que se puede aprender a ser más dichoso. Las relaciones íntimas y plenas con otras personas son una de las claves más importantes pues al fin y al cabo somos animales sociales”, agrega Carmelo Vázquez.

Fuentes de bienestar

En la última década ha ido surgiendo un movimiento dentro de la psicología que por fin está sometiendo la felicidad a la medición precisa, al estudio empírico y al debate académico del más alto nivel. Es la llamada Psicología Positiva.

La Psicología Positiva intenta potenciar lo mejor de nosotros mismos, incluso cuando nos encontramos mal. Gracias a ella se están abriendo nuevos horizontes de investigación a temas como la gratitud, el perdón, el coraje, que nunca se habían considerado temas investigables. Esto está abriendo nuevas vías de intervención especialmente en el tratamiento de problemas de ansiedad y de depresión. “Queremos eliminar síntomas y que la gente que haya tenido problemas se sienta bien y dichosa. Este es un reto tan formidable como apasionante y la Psicología Positiva está abriendo nuevas direcciones en este sentido” explica Carmelo Vázquez.

Una cuestión de actitud

La felicidad en la vejez depende más de una actitud positiva que de la salud que se tenga, según señala un estudio realizado por el Sam and Rose Stain Institute for Research on Aging (SIRA), perteneciente a la Universidad de California en San Diego. El estudio llama la atención por la inusual consideración de criterios subjetivos para evaluar el estado del envejecimiento.

En esta investigación se examinó a 500 voluntarios de edades comprendidas entre los 60 y 98 años, que vivían independientemente y que habían padecido diversas enfermedades, como el cáncer, fallos cardiacos, diabetes, problemas mentales u otro tipo de disfunciones.

La investigación, llevada a cabo por el profesor Dilip Jeste, de dicha Universidad, señala que el optimismo y la actitud de “hacer frente” a las cosas son más importantes para conseguir un envejecimiento exitoso que las mediciones tradicionales de salud y bienestar. Es decir, que el estado físico no es sinónimo de un envejecimiento óptimo. Por el contrario, una buena actitud es casi una garantía de un buen envejecimiento.

La ciencia psicológica cada vez se está centrando más en investigar las fuentes del bienestar y la satisfacción y en devolvernos una imagen más equilibrada del ser humano a nivel psicológico, reflejando no sólo las debilidades sino también las fortalezas.

“En general, los datos demuestran que todas las personas, de cualquier edad, se muestran básicamente satisfechos con la vida y las emociones positivas diarias son el paisaje más común de nuestras vidas, a pesar de lo que algunos agoreros puedan pensar. Uno de los descubrimientos más interesantes de los últimos años es que, en contra de lo que se piensa, las personas mayores tienen tantas emociones positivas como los jóvenes; pero, sobre todo, tienen menos emociones negativas. De modo que la idea de que la vejez supone una etapa sombría de nuestras vidas es radicalmente falso si nos atenemos a los datos disponibles”, agrega Carmelo Vázquez.

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