jueves, 16 de agosto de 2007

Un ejemplo importante


Carlos Eduardo Ruiz


Nuestro planeta cuenta ya con unos 6 mil 500 millones de seres humanos, desde que éstos aparecieron como una nueva especie hace aproximadamente unos 200 mil años (eso es unos 2000 siglos, aunque creamos que apenas estamos viviendo en el siglo 21).


Pero de esos 2000 siglos de existencia humana, sólo unos 3 y medio siglos han estado signados por el progreso producido por el conocimiento científico, ya que durante los restantes mil novecientos noventa y seis siglos y medio (1996,5 siglos), toda verdad era explicada exclusivamente por la religión. Y la religión es tan influyente que muchas personas aparentemente no sabrían vivir sin ella—y la inmensa mayoría de los 6.500 millones de personas que habitan hoy la Tierra, creen en una u otra religión.

Sin embargo, es el conocimiento científico el que ha producido desde la rueda, hasta los transbordadores espaciales; desde la aspirina hasta complejos tratamientos para complejos padecimientos, el que ha llevado la sanidad pública (en forma de agua potable, sistemas de cloacas, y control de epidemias) a los asentamientos humanos, y ha hecho posible que podamos escapar de la trampa descrita por el demógrafo y economista político británico; Thomas Malthus, quien aterrorizó al mundo anunciando que el exponencial crecimiento de la población humana haría llegar un momento en que no sería posible producir suficientes alimentos para todos.

Hoy en día, la mayoría de los países del mundo ha logrado encontrar alguna forma para que coexistan armoniosa y pacíficamente, la religión y la ciencia; en unos pocos aún predominan teocracias y en uno sólo de ellos, se ha férreamente—mediante disposiciones constitucionales y sentencias judiciales—separado a la religión del estado; y especialmente, se ha prohibido la presencia de la religión en el sistema de educación pública y en las ejecutorias de los gobiernos (nacional, estadales, municipales y locales)—y es precisamente este único país, el que se ha quedado sólo en la cúspide como súper-poder del mundo y ha prácticamente acaparado los Premios Nóbel de ciencias y las patentes de nuevos avances tecnológicos—mientras que los países en donde la religión aún mantiene una influencia predominante, el progreso social; en todos su órdenes, ha sido más lento, y donde las teocracias reinan, es donde más acentuado se observa el atraso socio-económico.

Expresar opiniones que ofendan a la religión es un asunto riesgoso—como lo ejemplarizan la fatwa que condenó a muerte al Salman Rushdie por escribir una novela y los asesinatos de médicos que practican abortos a manos de fanáticos cristianos y el muy reciente disturbio mundial causado por las opiniones del Papa Benedicto Décimo Sexto, sobre el Islam. Pero es un asunto mucho más riesgoso y peligroso tratar de detener el progreso científico, porque éste colida con alguna creencia religiosa, como lo ejemplariza en este momento la reacia actitud del Presidente de los Estados Unidos de América a facilitar el financiamiento gubernamental a las investigaciones científicas con células madre.

Y otro importante ejemplo es Fernando Mires, chileno diplomado en historia, ciencias económicas y sociales y política internacional, pero quien es un devoto tan creyente que es el autor de un libro sobre el pensamiento de Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto Décimo Sexto, a quien él considera no sólo un teólogo eminente, sino un importante filósofo; porque Mires, sobrepone su fe al conocimiento científico, cuando este último colide con sus creencias religiosas.

Esto ya lo hemos visto antes, como lo ejemplariza la prohibición de la obra cumbre y el encarcelamiento de Galileo Galilei, por Maffeo Barberini; el Papa Urbano Octavo (1568-1644) porque los hallazgos científicos de Galileo, contradecían las sagradas escrituras bíblicas y la opinión personal del Papa.

Pero la historia es testigo de que la ciencia es indetenible y Galileo es hoy considerado como el Padre de la Astronomía—y esto debería saberlo Mires, quien además debe saber que en el mundo globalizado de hoy, toda nación necesita vitalmente de científicos en todas las disciplinas, que le permitan a sus coterráneos desarrollar las tecnologías necesarias para no sumirse cada vez más en el atraso y la pobreza, frente a las otras naciones que si cuidan y estimulan el estudio de las ciencias y el desarrollo del conocimiento científico.

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