Mucha gente coincidiría con las opiniones que tiene Torben Vegener Hansen en materia de sexo. "Me hace sentir bien. Me hace sentirme más dinámico. Tener sexo es tan importante como comer". Pero es precisamente su insistencia en que el sexo es un "derecho humano" lo que lo llevó a una batalla legal con el gobierno de su país. "La ley social de Dinamarca hace que se me compense por los gastos en los que incurro como consecuencia de mi discapacidad", dijo. "Por lo tanto, deberían cubrir mi derecho a tener una vida sexual".
Hansen, ex trabajador social, vive solo en un departamento de un ambiente acondicionado a su discapacidad. Se traslada por el centro de la ciudad de Aarhus con una silla de ruedas eléctrica. El consejo local le paga para recibir 37 horas semanales de asistencia física. Habla con dificultad, pero usa el teléfono e Internet. "Necesito tener una vida sexual digna para sentirme como un ser humano normal", dice frente a una taza de café con galletitas. "En este momento tengo novia, de modo que no necesito ver a ninguna prostituta. Pero si no tuviera a Vivia, querría tener sexo por lo menos dos veces por mes".
La prostitución es legal en Dinamarca, de modo que Hansen sostiene que las autoridades de su ciudad hicieron un juicio moral injusto cuando rechazaron su solicitud de ayuda financiera para traer a prostitutas a su departamento. Si una junta de apelaciones falla a su favor hacia fin de enero, todos los consejos daneses tendrán que obedecer el dictamen. Desde 2001, los lineamientos del servicio social de Dinamarca sobre discapacidad estipularon que el personal de atención médica que trabaja en instituciones de salud debe estar preparado para ayudar a las personas discapacitadas a obtener sexo. Eso incluye acompañarlos cuando van a visitar a una prostituta.
Organizar un encuentro sexual es parte del trabajo del personal de la residencia para discapacitados mentales Hulegaarden, cerca de Copenhague. Su director, Lars Nielsen, dice: "Tenemos muchas horas de discusión, en grupos, antes de tomar la decisión de hacerlo. Es claro que no hay ningún ser humano que, al mismo tiempo, no sea un ser sexual. Si no permitimos que las personas discapacitadas tengan la experiencia del sexo, no podemos esperar que reconstruyan sus propias vidas. Los trabajadores sociales que acompañan a la gente a visitar a una prostituta reciben su salario de Hulegaarden. En ese sentido, se puede decir que la sociedad danesa ya está pagando esta práctica".
Sin embargo, a Nielsen le molesta la campaña de Hansen porque, según él, afecta a dos grupos marginados, el de las prostitutas y el de los discapacitados. "La prostitución dejó de ser delito en 1999. Esto hizo que la vida fuera mucho más segura para las prostitutas y sacó a la mayoría de las calles. Pero eso podría cambiar. La despenalización sigue siendo polémica. Las feministas de izquierda están unidas con la derecha religiosa para oponerse a ella. Pienso que la campaña de Hansen es peligrosa".
La novia de Hansen, Vivia, de 46 años, no está de acuerdo con él. "Creo que es importante discutir las vidas sexuales de las personas discapacitadas", dice. "Pero estoy en contra de todas las formas de prostitución y pienso que, a veces, tendríamos que aceptar nuestro destino". Por su parte, Hansen oyó una amplia gama de argumentos desde que inició su campaña. "Un hombre escribió al periódico local diciendo que yo era un cornudo. Después, una prostituta me llamó y me dijo que, si llevaba mi caso a la Corte Europea, ella me apoyaría. La cosa es que, según las encuestas, sólo el 15% de los hombres recurre a una prostituta. De modo que no creo que la sociedad caiga en la bancarrota financiera si gano. Como discapacitados, constantemente nos dicen que no seamos pasivos y que peleemos por nuestras necesidades. Esto es lo que estoy haciendo".
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