María Victoria Ramírez* - 27/11/2007
La sexualidad en personas con discapacidades está siendo objeto de mucho interés en la actualidad. Y esto es muy importante porque, históricamente, ha estado cargada de mitos y prejuicios. Existen muchos tipos de discapacidad, como también muchas personas diferentes con algún tipo de discapacidad. Todas ellas, además, son distintas y únicas en su sexualidad
En nuestra cultura las personas con discapacidad frecuentemente son percibidas de forma negativa, y nuestras ideas sobre estas personas están llenas de mitos y prejuicios.
Parte de esta concepción tan negativa proviene de la idealización de unos determinados modelos de belleza y éxito social (y sexual) que se realiza en los medios de comunicación, donde se ensalza la idea de que solamente personas con un determinado físico, habilidades, capacidades y características pueden resultar atractivas y conseguir ser felices a nivel personal, afectivo y erótico.
De hecho, incluso la imagen que socialmente se ha tenido de las personas con discapacidad (y que afortunadamente está cambiando actualmente) es que en cierta manera son personas que no necesitan o tienen sexualidad, ni tienen posibilidad de disfrutar de su erótica. Algunas de las ideas negativas y erróneas con respecto a la discapacidad es que convierte irremediablemente a las personas en sujetos torpes, dependientes, caprichosos, inútiles, molestos, inflexibles, incapaces de aprender nada nuevo, físicamente poco atractivos, lentos… y, por supuesto, asexuados.
En muchas ocasiones, el obstáculo no es tanto la discapacidad concreta de la persona, sino más bien las barreras sociales que le impiden o dificultan desarrollarse y desenvolverse con el máximo grado de autonomía que su discapacidad concreta les permita.
Reducir la sexualidad a su faceta reproductiva
Considerar a alguien con algún tipo de discapacidad como una persona ‘asexuada’ o carente de sexualidad es algo frecuente en nuestra sociedad, especialmente en el caso de la mujer. A veces nos encontramos con que socialmente el concepto de sexualidad es equiparado al de reproducción, de tal forma que si se considera que alguna persona es poco apta para tener hijos (por poseer alguna discapacidad que afecte o complique a la reproducción, o bien por afectar a su capacidad para hacerse cargo de una familia) se deduce erróneamente que la persona carece de vida o actividad erótica, o incluso de interés por tenerla.
En nuestra tradición cultural, la procreación se ha considerado durante muchos años el centro y fin fundamental de la sexualidad, y actualmente se sigue equiparando actividad erótica con relación coital (la única reproductiva). En muchos casos, se sigue asociando el fin de las posibilidades reproductivas con el fin de la vida erótica.
Pero el contacto erótico cumple funciones relacionadas con la comunicación, la relación interpersonal y el placer, que nada tienen que ver en la mayoría de las ocasiones con intenciones reproductivas.
Lo cierto es que muchas personas con discapacidad sin pareja tienen muchas dificultades para dar expresión a su sexualidad con otra persona. Los/as familiares y los cuidadores de las instituciones muchas veces tampoco conciben que la persona con discapacidad tenga deseos y mucho menos busque mantener contactos eróticos.
Reducir o equiparar sexualidad al coito
Dado que nuestra tradición cultural nos transmite una concepción de la sexualidad asociada a lo reproductivo y a lo genital, no es de extrañar que la concepción actual del sexo gire en torno al coito como relación por excelencia. En nuestra cultura se sigue considerando esta práctica como máxima expresión de la sexualidad verdadera, considerando otras prácticas eróticas (masturbación, caricias, besos, abrazos, etcétera) como sustitutos, preámbulos, o relaciones de segunda categoría.
La realidad es que las personas pueden expresar sus emociones y disfrutar con una gran variedad de relaciones eróticas. Concebir el sexo de este modo tan reducido ocasiona muchos problemas e insatisfacciones en la vida erótica de muchas personas, ya que si por circunstancias no se desea o no se puede (como sucede en el caso de algunas personas con discapacidad) realizar un coito, automáticamente se asume que la persona se encuentra incapacitada para tener una buena vida erótica (o incluso, algún tipo de vida erótica).
Considerar que la persona con discapacidad es un ser ‘infantilizado’ y que por tanto, carece de sexualidad
Esta es una idea relativamente extendida, que contribuye igualmente a la consideración social de que las personas con determinadas discapacidades son seres ‘asexuados’ y carentes de deseos eróticos o necesidad de contacto.
Las personas con discapacidad, ya sea sensorial, física o psíquica, también sienten atracciones y deseos, se enamoran y se ilusionan, tienen fantasías, sienten amor y desean gustar, a veces se excitan, a veces tienen orgasmos, a veces buscan crear una intimidad con otro u otra que gusta... La capacidad para amar y para sentir es algo común a todos y a todas, aunque siempre es diferente la forma de expresar ese amor, así como lo es la forma de expresar la erótica.
Las personas con discapacidad, ya sea sensorial, física o psíquica, también sienten atracciones y deseos, se enamoran y se ilusionan, tienen fantasías, sienten amor y desean gustar, a veces se excitan, a veces tienen orgasmos, a veces buscan crear una intimidad con otro u otra que gusta... La capacidad para amar y para sentir es algo común a todos y a todas, aunque siempre es diferente la forma de expresar ese amor, así como lo es la forma de expresar la erótica.
En ocasiones, esta visión de las personas con discapacidad, especialmente en el caso de la discapacidad psíquica, genera situaciones de sobreprotección, que dificultan o cierra totalmente las posibilidades de acceso y realización afectivo-sexual.
Las capacidades de las personas con discapacidad
Es posible que una persona con discapacidad no pueda disfrutar de algunas cosas, pero eso no significa que no pueda disfrutar del resto. Es posible que las piernas no sientan, pero pueden sentir los labios, el cuello, las manos, los pechos. Es posible que no se vea, pero que se pueda oír y tocar, y hasta se pueda saborear al amado o la amada. Es posible que se ame de forma diferente, o se exprese de forma diferente la atracción y el deseo cuando las capacidades intelectuales son también diferentes, pero aún así se ama y se desea.
En definitiva, la sexualidad es algo que forma parte de todo ser humano, es un valor que nos enriquece, y que sólo desaparece con la muerte. Y son múltiples las formas de expresar y disfrutar esta sexualidad única y particular de cada uno o de cada una.
*María Victoria Ramírez es psicóloga y sexóloga.
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