La cara amable del sol es la Vitamina D... pero cuidado.
Exposición al sol y cáncer del piel es una asociación que todos tenemos presente especialmente en los meses de verano. Sin embargo, los rayos solares también tienen su lado saludable y está relacionado con la síntesis de la vitamina D, una molécula que nuestro organismo produce fundamentalmente a partir de la luz ultravioleta y que además de estar asociada al metabolismo del calcio y a una buena salud ósea, ha resultado ser un importante regulador del sistema inmunitario y se perfila también como un prometedor anticancerígeno.
En realidad más que una vitamina, la D es realmente una hormona, que se sintetiza en la piel y se distribuye después a todo el organismo, puntualiza Manuel Sosa Henríquez, jefe de la Unidad Metabólica Ósea del Hospital Insular de Gran Canaria:
«Antes se pensaba que la vitamina D servía únicamente para absorber el calcio en el tubo digestivo y para mineralizar el hueso. Ahora se ha visto que tiene efectos a muchos niveles. Y uno de ellos es como un importante modulador de la inmunidad».
Su forma activa, el calcitriol (1,25D). circula por todo el organismo, uniéndose a receptores localizados en los huesos, músculos, cerebro, mamas, próstata, pulmón, tejido adiposo, sistema digestivo y sistema inmunológico, donde actúa como un interruptor que enciende y apaga unos mil genes.
«Contribuye a producir sustancias como la catelicidina, un antibiótico natural que nos protege de las infecciones, por lo que potencia la inmunidad innata. Induce una inhibición del crecimiento de las células tumorales, regula la expresión de proteínas favorables a la normalidad y actúa como antiangiogénico. Disminuye la secreción de renina y la reactividad vascular por lo que reduce el riesgo de hipertensión. Aumenta la secreción y sensibilidad a la insulina y en conjunto disminuye el riesgo cardiovascular el de síndrome metabólico y de infarto de miocardio», explica José Manuel Quesada, Jefe de la Unidad de Metabolismo Mineral del Hospital Reina Sofía de Córdoba.
No resulta extraño que desde hace un cuarto de siglo, la carencia de esta «vitamina solar» se haya ido relacionando con la aparición de diversas enfermedades. Estudios muy recientes vinculan los niveles bajos de Vitamina D con un mayor riesgo de depresión y mortalidad en personas mayores de 60 años, así como un mayor riesgo de trastornos cardiovasculares.
Su carencia se ha asociado también a una mayor tasa de enfermedades autoinmunes, como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide o la diabetes.
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