viernes, 27 de junio de 2008

El dilema farmacéutico: innovar es caro, y la sanidad

no financia lo caro


Si el desarrollo de medicamentos es cada vez más caro y los recursos disponibles para la atención sanitaria son limitados y cada vez más escasos, ¿cómo costear las innovaciones que todos querríamos recibir en caso de necesitarlas? El dilema obliga a autoridades, industria farmacéutica, agencias reguladoras e incluso pacientes a buscar fórmulas.





Cristina G. Real 27/06/2008
El aumento en el precio de los nuevos medicamentos está generando tensiones en todo el mundo y se traduce, entre otras cosas, en una presión sobre los pacientes que asisten por un lado al escrutinio de las autoridades sanitarias sobre la efectividad de los fármacos en términos clínicos y de coste -lo que lleva a un descenso en el ritmo de aprobaciones de nuevos compuestos- y, por otro, a la resistencia de las compañías farmacéuticas a bajar los precios argumentando el difícil equilibrio financiero necesario para desarrollar nuevos medicamentos, según informa Financial Times.


Intentar modificar esta situación requiere el esfuerzo del sector para mantener los precios lo más bajos que le sea posible y de los organismos reguladores y financiadores para modificar criterios que indirectamente elevan los costes del desarrollo. Los pacientes, incluso en países habituados a la cobertura sanitaria universal, quizá también tengan que empezar a asumir directamente una parte creciente de los costes.

Los máximos responsables de las compañías farmacéuticas que operan en España llevan años diciendo -casi siempre en privado, pero algunas veces también en público- que el gratis total es insostenible a largo plazo en la sanidad española, pero que la única solución real pasa por un pacto de Estado en materia sanitaria que hasta el momento los políticos no parecen capaces de alcanzar. Tampoco contemplan los citados directivos que el Gobierno de turno tenga el valor de adoptar decisiones en solitario -como introducir nuevas formas de copago- que le puedan pasar factura en los siguientes comicios.

El problema es que si nadie tiene el valor de dar un primer paso al frente podemos pasar del gratis total al sólo pagando, y no sólo con medicamentos y procedimientos no vitales o sustituibles por otros más baratos, como ya ocurre con algunos productos que llegan al mercado sin financiación o con visado previo, sino también con fármacos para patologías graves y cuyas ventajas terapéuticas han quedado demostradas, pero que la Administración no considera rentables.

El ejemplo oncológico
Financial Times cita el ejemplo de medicamentos oncológicos que se han mostrado altamente efectivos, como es el caso de Glivec -imatinib-, de Novartis, para la leucemia mieloide crónica; Herceptin -trastuzumab-, de Roche, para el cáncer de mama, y las vacunas para el herpesvirus de GlaxoSmtihKline y Merck & Co., que ofrecen la perspectiva de prevenir una cantidad considerable de casos de cáncer de cuello uterino. El problema es que estos fármacos son caros. Según datos de la consultora especializada IMS, la oncología representa el área terapéutica que más gasto en medicamentos genera en el mundo, alcanzando los 42.000 millones de dólares anuales en la actualidad, que se elevarán a 70.000 millones para 2011.

La tercera parte de la población de los países industrializados desarrollarán algún tipo de cáncer y querrán acceder a cualquier terapia que funcione. A pesar de ello, Michael Rawlins, presidente del Instituto Nacional de la Excelencia Clínica (NICE por sus siglas en inglés), organismo asesor del Servicio Nacional de Salud británico (en inglés NHS) -equivalente al Sistema Nacional de Salud español- en la financiación de nuevos medicamentos, cree que no siempre se justifica la financiación. El NICE ha recomendado al NHS que no financie seis nuevos medicamentos contra el cáncer recientemente aprobados, dos por falta de evidencias de efectividad clínica y el resto por ser demasiado caros. "Sólo podemos permitirnos pagar cuando el precio de la innovación está en proporción a lo que ésta ofrece", señala.

Encarecimiento
Las farmacéuticas argumentan que el coste del desarrollo de medicamentos también se eleva en parte por requerimientos regulatorios cada vez más estrictos, que dan lugar a un mayor número de fracasos y elevan el coste medio de desarrollo del medicamento a unos mil millones de dólares según las últimas estimaciones. Pfizer ha abandonado los ensayos en el Reino Unido de cuatro nuevos medicamentos, incluido un anticancerígeno, porque no ha podido encontrar el número suficiente de pacientes en tratamiento con el mejor fármaco utilizado por el NHS contra el que comparar sus productos. Si el NICE rechaza la aprobación de fármacos o el NHS no los utiliza, los clínicos tendrán cada vez menos experiencia en el empleo de las innovaciones frente a sus colegas extranjeros. Una vez más, en el coste creciente de los medicamentos, el ejemplo más claro son las nuevas generaciones de anticancerígenos con precios anuales de 38.000 a 88.500 euros por paciente.

Medidas aún más exigentes
Para añadir tensión al problema de la financiación sanitaria, el Instituto Nacional de Salud británico (NHS), ha decidido no financiar algunos nuevos medicamentos, como el anticancerígeno Avastin -bevacizumab-, un inhibidor de la angiogénesis desarrollado por la suiza Roche, que en algunos casos constituye una última oportunidad terapéutica para pacientes que no han respondido a otros tratamientos. Pero además, el NHS ha impuesto que si los pacientes se costean un tratamiento de manera privada, que en el caso de Avastin puede superar los 2.500 euros mensuales, tendrán que asumir también la financiación del total de su atención sanitaria. Roche ha optado finalmente por no atender a las demandas del sistema británico para demostrar la coste efectividad del fármaco y, por tanto, no suministrarlo más en el Reino Unido.

Antes de optar por una medida tan tajante las compañías proponen, por ejemplo, programas de riesgo compartido, en los que se financien medicamentos por un periodo inicial en el que éstos demuestren que reproducen en el uso generalizado lo que han revelado en ensayos clínicos, para así mantener la financiación pública.

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