sábado, 22 de marzo de 2008

Cuando no se tiene otra cosa, mejor es operar con una

taladradora


Si en occidente a un neurocirujano se le ocurre intervenir el cerebro de un paciente agujereando su cráneo con una taladradora de bricolaje y con anestesia local, estaría abocado a una demanda penal. No pasa lo mismo en países con menos recursos, donde estas prácticas pueden salvar vidas. Así lo ha confirmado Henry Marsh, neurocirujano del Hospital de St. George, en Londres, en Ucrania.




Henry Marsh habitualmente pasa consulta de neurocirugía en el Hospital de St. George, de Londres, donde cuenta con la última tecnología para intervenir el cerebro de sus pacientes. Entre las herramientas que usa habitualmente se encuentra una taladradora quirúrgica que cuesta más de 38.000 euros. Dos veces al año visita un hospital ucraniano donde la escasez de recursos hace que tenga que intervenir a sus pacientes con una taladradora de bricolaje que apenas cuesta más de 35 euros.

La historia de Marsh en Ucrania, con la que la BBC ha realizado un documental, comenzó hace 15 años cuando visitó un hospital en la extinta Unión Soviética para ofrecer unas conferencias. Allí se sorprendió por las condiciones en las que trabajaban los profesionales y la tardanza con la que se intervenía a muchos pacientes con problemas leves a los que se operaba sólo cuando empezaban a sufrir trasornos graves como ceguera o problemas de movilidad.

March se puso en contacto con Igor Petrovich, un neurocirujano ucraniano descontento con los problemas de su sistema sanitario, y organizaron viajes periódicos del cirujano británico para operar. La colaboración no acaba ahí; también ha puesto en marcha una plataforma para enviar material quirúrgico obsoleto en el sistema británico, pero que en Ucrania puede ayudar a Petrovich a intervenir de manera más segura y a afinar sus diagnósticos.


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