La industria farmacéutica y la
investigación.
17 de noviembre de 2008 - elmundo.es SALUD
En un mundo en crisis económica, de consecuencias quizás todavía imprevisibles en cuanto a su magnitud y duración, podemos reflexionar al respecto de las posibles consecuencias que la crisis pueda tener sobre la industria farmacéutica, especialmente sobre su investigación y desarrollo.
Desde hace años existe un debate al respecto de si la industria farmacéutica multinacional y nacional, con intereses legítimos en una economía de mercado y que se debe en el fondo a sus accionistas, realmente investiga o desarrolla fármacos nuevos que puedan suponer un tratamiento y una esperanza para muchos ciudadanos del mundo, especialmente para aquellos que viven en países de renta baja, que sufren enfermedades muy importantes en cuanto a su carga en la salud, como el SIDA, la malaria o la tuberculosis, o que sufren también las denominadas enfermedades olvidadas como la enfermedad de Chagas, la filariasis o la esquistosomiasis.
La respuesta es negativa en términos absolutos. El famoso "gap" 90/10, que indica que se investiga en salud dedicando un 90% de los recursos a enfermedades que solo suponen el 10% de la carga de enfermedad mundial, apenas ha mejorado en la última década.
La mayoría de los laboratorios farmacéuticos dedican esfuerzos a investigar fármacos contra el cáncer, el Alzheimer, la obesidad o la depresión, que tienen su mercado potencial en los países de renta alta, principales consumidores de fármacos del mundo (notablemente los EEUU). Tras múltiples fusiones y adquisiciones de compañías farmacéuticas, la realidad es que la investigación biomédica privada está en manos de muy pocas empresas, en las que predominan claramente los criterios de rentabilidad y beneficio.
Cabe recordar que la industria farmacéutica está dentro de las más rentables del mundo, por encima de los bancos, las telecomunicaciones o los ordenadores. Además, la industria farmacéutica sigue argumentando que invierte una gran parte de sus presupuestos en investigación y desarrollo, una afirmación discutible según como se analicen las cifras. La industria, que apenas ha sido capaz de sintetizar ni descubrir nuevas moléculas realmente eficaces en los últimos años, dedica una gran parte de su presupuesto al marketing, probablemente más que a investigación y desarrollo.
Si además el entorno indica la existencia de una crisis, es previsible que de nuevo se reduzca aún más la inversión real en investigación y desarrollo y que esta reducción debilite aún más los escasos recursos dedicados al hallazgo de fármacos frente a enfermedades que no suponen un buen mercado pero que, sin duda, son un gran problema de salud pública.
Adicionalmente, la industria, directa o indirectamente, es capaz de crear estados de opinión que transmitan señales a la sociedad sobre la existencia de potenciales nuevas enfermedades o revitalicen algunas enfermedades que no siendo tan importantes supongan, por el contrario, un buen mercado potencial.
Los profesionales sanitarios tenemos además una relación un tanto peculiar e histórica con el sector farmacéutico, por lo que, voluntaria o involuntariamente, en ocasiones nos convertimos en sus principales aliados (tema que trataremos en un próximo blog). ¿La investigación de estas enfermedades debe quedar en manos de la inversión pública? o también ¿debe quedar en manos de la filantropía, como la Fundación Gates y otras similares? Hay que buscar soluciones conjuntas para limitar algunos abusos e impulsar un cambio en la política de investigación y desarrollo de medicamentos en el mundo globalizado.
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