El pasado mes de noviembre dos grupos de investigación, en Japón y Estados Unidos, demostraron que una célula de la piel podía comportarse como si fuera embrionaria, es decir, convertirse en una neurona, una célula muscular, cardiaca... o cualquiera de los más de 220 tipos celulares de un organismo humano. Eso significaba que ya no era necesario ni crear ni destruir embriones para obtener valiosas células con las que intentar curar enfermedades incurables. Fue un avance crucial que dejaba anticuada la polémica de la clonación terapéutica y abría la puerta a la creación de órganos de recambio: listos para trasplante, sin riesgo de rechazo ni reparos éticos. Como aprender a convertir el plomo en oro.
Nacía entonces un nuevo tesoro celular, las llamadas iPS o células madre pluripotentes inducidas. Se había acabado con la división clásica de células embrionarias y adultas.
Desde que se aprendió a dar ese paso, la reprogramación de células adultas no ha dejado de perfeccionarse y de ganar terreno. El diamante en bruto empieza a tomar forma. En las últimas semanas se han producido varios avances destacados que han refinado el proceso, uno de ellos a cargo del Centro de Medicina
Regenerativa de Barcelona, con el investigador Juan Carlos Izpisúa al frente. Su grupo ha demostrado que las células que están en nuestros cabellos también pueden «rejuvenecerse», dar la vuelta al desarrollo biológico y convertirse en otro tipo de tejido, desde neuronas a células del corazón. Igual o mejor que cuando se reprograman las células adultas de la piel.
Pero, sobre todo, el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona ha conseguido hacerlo con un modelo más eficiente que permitirá mejorar el proceso y contribuir para que esta nueva estrategia llegue cuanto antes al enfermo. La técnica catalana es más rápida y logra con mayor facilidad sus propósitos. Parte de su secreto está en haber elegido, de partida, un cabello, en lugar de una muestra de piel. Su método, publicado ayer en la revista «Nature Biotechnology», multiplica por cien el rendimiento del proceso. Y permite contar con una fuente tan accesible como el pelo.
El avance del equipo catalán no es el único. La reprogramación celular ha cogido impulso y empiezan a derrumbarse los límites que impedían su paso a la clínica. Uno de los creadores de la técnica, el japonés Shinya Yamanaka ha conseguido que sea un proceso más seguro al evitar la utilización de retrovirus que serían peligrosos en el interior del organismo de un paciente. Otro grupo en Estados Unidos ha eliminado algunos de los ingredientes peligrosos que, entre otros problemas, elevan el riesgo de cáncer.
Pese a la velocidad que ha tomado la técnica, «aún hay riesgos. Estamos más cerca de utilizar las células reprogramadas con enfermos pero aún no ha llegado ese momento. Trasplantar células reprogramadas con las técnicas actuales puede llevar a la aparición de tumores», asegura Izpisúa.
Margen de seguridad
Queda averiguar cómo estas nuevas células pueden comportarse en el organismo, una vez trasplantadas, y cuál es su margen de seguridad. A su juicio, esos son los «cuellos de botella» más importantes que hay que eliminar antes de plantearse su uso clínico, «un camino en el que el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona está trabajando febrilmente». Para este científico también es pronto para olvidarnos de la clonación terapéutica. «Ambos abordajes son necesarios para que podamos llegar a entender suficientemente bien el proceso de reprogramación y trasladarlo a la clínica».
Ian Wilmut, el «padre» de Dolly -el primer animal clonado- ya ha anunciado que abandonará esta polémica técnica en favor de la reprogramación celular. Otros científicos españoles que trabajan en células madre también se preparan para adaptarse a las nuevas reglas de juego. Eso sí, sin perder de vista la clonación.
Primero han sido las células de la piel, después el pelo... Cuando se perfeccione la técnica de reprogramación y se entiendan todos los detalles moleculares del proceso cualquier célula adulta podrá programarse. Y mientras se avanza, siguen adelante los tratamientos con células madre adultas para reparar órganos como el corazón. Hay más de 2.000 ensayos clínicos en marcha.
N. RAMÍREZ DE CASTRO - ABC.es
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