miércoles, 5 de diciembre de 2007

Aprender a ser feliz, una cuestión de salud.

La felicidad es seguramente el reto más anhelado por los individuos que cohabitan en las sociedades modernas y, lejos de tener un componente genético, los expertos anuncian que se puede aprender a tener un estado mental positivo, que redundaría automáticamente en beneficios para nuestro organismo.

“Muchos estados negativos, que pueden incluso cumplir criterios de trastorno mental, pueden interpretarse como malos aprendizajes que han llevado al individuo a dicho estado. De igual manera, somos capaces de ‘desaprender’ funcionamientos que nos son negativos y ‘aprender’ otras formas mejores de funcionamiento a afrontamiento, dado que nuestro Sistema Nervioso tiene plasticidad (capacidad de modificar su funcionamiento)”, afirma la Dra. Ana Adán, Profesora Titular del Área de Psicobiología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.

En las últimas décadas, ha aparecido una corriente científica, la llamada Psicología Positiva, que propone abordajes psicoterapéuticos basados en actividades placenteras encaminadas a disminuir la presencia de estados afectivos negativos y que promueven el crecimiento personal.

“Ello puede inducir a cambios saludables de comportamiento y de afrontamiento del estrés con beneficios evidentes en el estado de salud tanto a corto como a largo plazo. Esta circunstancia, introducida como tratamiento concomitante en pacientes con un estado emocional no óptimo, puede potenciar sinérgicamente el éxito del tratamiento médico y su calidad de vida, con independencia de la patología que padezcan”, añade la Dra. Adán.

Felicidad y docencia
La ciencia psicológica cada vez se está centrando más en investigar las fuentes del bienestar y la satisfacción y en devolvernos una imagen más equilibrada del ser humano a nivel psicológico, reflejando no sólo las debilidades sino también las fortalezas.

“Hay claves muy relevantes para encauzar nuestro pensamiento hacia la felicidad. Sabemos que nadie nace desdichado, de modo que si se aprende a ser infeliz, seguro que se puede aprender a ser más dichoso. Las relaciones íntimas y plenas con otras personas son una de las claves más importantes, pues al fin y al cabo somos animales sociales”, añade el Profesor Carmelo Vázquez, Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid.

¿La felicidad como doctrina científica?
Efectivamente, esto es lo que propone la prestigiosa Universidad de Harvard, que ha iniciado un curso en el que se imparte la filosofía como actividad docente. Es decir: se enseña y se aprende a ser feliz.

Más de 900 alumnos acuden semanalmente a la clase impartida por el Profesor Ben-Shahar, cuya clase se centra en la felicidad, la autoestima y la motivación, proporcionando a los estudiantes herramientas para conseguir el éxito y encarar la vida con más alegría.

Otro caso es el de la Universidad de Columbia y la Escuela de Negocios de Londres, en las que el Profesor Srikumar Rao ha diseñado una clase de desarrollo personal, en la que enseña a sus alumnos cómo darse cuenta de las cosas significativas de la vida y cómo integrarlas a las carreras profesionales.

Felicidad es salud
La felicidad es sinónimo de salud y cada vez son más las evidencias científicas que así lo atestiguan. Los últimos estudios revelan que un estado mental positivo ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, oncológicas y psicológicas.
La felicidad (medida con diversas escalas de autoevaluación) se asocia a una menor incidencia de diversas patologías y, en caso de que éstas aparezcan, con una mejor y más rápida remisión. Un estado emocional positivo se asocia a un sistema inmunológico más potente (más defensas), una mejor capacidad de responder a situaciones estresantes y recuperarse de ellas, así como a una menor probabilidad de sufrir trastornos psicopatológicos, como la depresión y la ansiedad).

Por ello, un estado emocional positivo refuerza nuestras defensas de manera que los estados afectivos negativos, aún sin cumplir criterios diagnósticos de psicopatología, tienen efectos perjudiciales sobre la homeostasis del sistema cardiovascular y contribuyen a la aparición de situaciones de riesgo y disfunciones.

Además, las emociones positivas y el optimismo benefician a las personas que han padecido ciertas enfermedades cardiovasculares. Así, se ha demostrado que tras una intervención quirúrgica de “bypass” arterial coronario la recuperación física inmediata y a medio año de seguimiento es superior en los pacientes con estado afectivo positivo. También se ha observado que los pacientes ancianos que han sido hospitalizados por una patología cardiaca y que tienen más factores de riesgo y/o trastornos concomitantes, sufren menos readmisiones al hospital durante los tres meses posteriores si son más felices.



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